a) Estudios y evaluaciones censales y computadas.

Una  tarea realizada por uno de nuestros analistas asociados, se refiere al avance de una evaluación sobre los pocos avances para el libre comercio en América, al respecto comentado de la siguiente manera:

Aún no se pudo acordar cómo deben empezar las negociaciones para la apertura comercial del continente.

Desde que el ex presidente de los EE.UU., George Bush, lanzó en junio de 1990 la Iniciativa para las Américas para conformar una zona de libre comercio desde Alaska a Tierra del Fuego, muy poco es lo que se avanzó en la dirección de conformar el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA).  

Por ahora, la única coincidencia es que en abril del 1999, los presidentes de los 34 países del continente (no está incluida Cuba), en la cumbre realizada en Colombia, dieron el puntapié inicial a las negociaciones. De aquí a marzo del año próximo, están previstas varias reuniones para avanzar en la agenda porque, aún no hay acuerdo en cómo, por dónde y en qué plazos deberían comenzar esas negociaciones.

Las divergencias son amplias porque, como señala un documento de la Cancillería argentina, para alcanzar esa integración se deben tener en cuenta “las marcadas diferencias existentes en el nivel de desarrollo y en el tamaño de las economías del hemisferio”. Y como en el continente conviven el país más desarrollado del mundo y economías muy pequeñas, como las caribeñas, la armonización de intereses resulta una tarea, por cierto, nada fácil. 

Pero, además, en el continente hay varios bloques regionales, como el Mercosur, el Nafta, el Mercado Común Centroamericano, por lo que resulta necesario también compatibilizar esos acuerdos con el ALCA. Finalmente, muchos países o bloques tienen acuerdos con otros países o zonas extracontinentales (Europa, Asia), lo que requiere también ver cómo serían compatibles unos y otros. 

POR DONDE COMENZAR?

El ex ministro de Planeamiento de Brasil, José Serra, fue quien más abierta y francamente expresó las diferencias en la conformación del ALCA. En un trabajo especial señaló que EE.UU. ya participa del Nafta, que representa el 87 por ciento del mercado continental, por lo que, con el ALCA, el objetivo norteamericano es el Mercosur, que tiene el 10 por ciento del mercado de las Américas.

Para los países latinoamericanos, según Serra, el objetivo del ALCA sería acceder al vasto mercado estadounidense, pero en este punto las asimetrías son manifiestas. Así, Serra dice que, mientras en los últimos años los países latinoamericanos redujeron aranceles y abrieron sus economías, EE.UU. y demás países desarrollados mantuvieron y hasta acrecentaron las trabas al ingreso de los productos latinoamericanos en sus mercados.

La política de apertura comercial de Brasil y de otros países latinoamericanos fue eminentemente unilateral: no fue acompañada por una reducción de las restricciones de los principales países consumidores.” Por lo tanto, puntualiza Serra, creció tanto el déficit comercial del Mercosur, por ejemplo, con EE.UU. Las exportaciones del Mercosur a EE.UU. entre 1985 y 1998 tuvieron un aumento del 25 por ciento: pasaron de U$S 10.120 millones a U$S 11.430 millones. En cambio, las importaciones de EE.UU. al Mercosur, en esos años, aumentaron de U$S 3.610 millones a U$S 16.440 millones: una suba del 355 por ciento. Con estas cifras, el Mercosur pasó de tener un superávit con EE.UU de U$S 4.500 millones, a un déficit de más de U$S 6.000 millones.

Serra agrega: “Con razón, el gobierno brasileño argumenta que la implantación del ALCA exige, en una primera etapa, la eliminación total o sustancial de las barreras no tarifarias impuestas por los EE.UU. a las exportaciones de Brasil y de otros países y contrarias a los principios de la Organización Mundial del Comercio (OMC)”. 

Con palabras más diplomáticas, ésta es la postura que adoptó el Mercosur. Y como reconoce el documento de la Cancillería argentina, la propuesta de EE.UU. invierte “el orden de prioridades sostenido por el Mercosur”, ya que plantea que las negociaciones deberían avanzar con las reducciones arancelarias y la discusión de los derechos de propiedad y servicios.  

Además, el Mercosur plantea “períodos de transición para la implantación de sus resultados”. Y sostiene que “la gradualidad responde al objetivo de asegurar los tiempos necesarios para permitir la profundización Intra-Mercosur, que posibilite preservar la identidad de la agrupación como proceso de integración más profundo que coexistirá con el futuro acuerdo hemisférico”. 

La apertura comercial latinoamericana fue unilateral. EE.UU. siguió con sus restricciones. Y no hay nada ni nadie que pueda cambiar al gigante del Norte.

VIA RAPIDA.

Otra divergencia engloba la cuestión laboral y de medio ambiente. Para disponer de plenos poderes en las negociaciones, el presidente Clinton pidió al Congreso la autorización “fast track” o “vía rápida”. Consiste en la facultad de negociar acuerdos comerciales, que luego el Congreso puede ratificar o rechazar en su totalidad, sin posibilidades de efectuar enmiendas. 

Para solicitar ese poder, Clinton fijó ciertas condiciones de negociaciones: que “las cuestiones laborales y ambientalistas” no disminuyan “las oportunidades comerciales de los EE.UU. o distorsionen el comercio”. El Capitolio derivó el tema para fines de 1999.

La mayoría de los países latinoamericanos teme que EE.UU. utilice este requisito para justificar las trabas al ingreso de las exportaciones latinoamericanas en su mercado. Por eso, el Mercosur propuso que la cuestión laboral y ambiental se resuelva en las negociaciones que tienen lugar en la OMC. Ni en medio ambiente ni en lo laboral deberían formarse grupos de negociación, sostiene el Mercosur.  

PUGNAS

El ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger considera que la propuesta del ALCA es una iniciativa tardía de EE.UU. “Si EE.UU. no hubiera incumplido su promesa de promover el temprano acceso de Chile al NAFTA y se hubiera demostrado receptiva a los acercamientos de Argentina, el NAFTA y el Mercosur estarían en camino de complementarse en una zona de libre comercio del hemisferio occidental”, admitió.

Así las cosas, según Kissinger, “los estadounidenses corremos el riesgo de convertirnos en meros espectadores de grandes cambios históricos en lo que siempre hemos considerado nuestro hemisferio, y así, reducir nuestro acceso a un mercado de 400 millones de personas”. Kissinger está preocupado por la presencia europea en América latina, puesto que muchas empresas del Viejo Continente salieron victoriosas en las privatizaciones, desplazando a sus rivales estadounidenses. No hay que olvidar, recuerda Kissinger,  que el presidente de Francia, Jacques Chirac, dijo que “el orden natural de las cosas hace que la Unión Europea y el Mercosur se acerquen el uno al otro”. Kissinger teme que EE.UU. quede desplazado de la región y no pueda concretar el viejo slogan de “América para los americanos”.

Hasta abril, cuando se realice la cumbre presidencial, las reuniones, negociaciones y presiones serán intensas. Está en juego un vasto mercado que nadie está dispuesto a resignar un centímetro.

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