a)  Estudio y asesoramiento programación, planificación, ejecución y supervisión de publicidad, propagandas y relaciones publicas de empresas.

La naturaleza en la planificación, asesoramiento y ejecución de políticas, conjuntamente con las relaciones de las empresas nos llevan a considerar un parámetro de lo revivido en esta última década. Nuestra empresa ha ajustado los valores de guarda y tenencia para preservar a su empresa sobre las decisiones que hay que adoptar y cual es el momento preciso para adoptarlas. Nuestra función consiste en asesorar acerca del como, cuando, donde y porqué. La publicidad ha sido un método sumamente eficaz para el conocimiento de los productos. La situación política también lo ha sido.

La situación económica-financiera de las empresas no es todo lo favorable que uno quisiera ni las posibilidades de expansión son tan rotundas como hace un lustro. Metafóricamente, nuestra realidad cotidiana nos indica que si bien afrontamos cambios impredecibles, es bueno recordar que para esa función nos hallamos presentes. No obstante, una reseña de aquello que sucedió y que no debe volver a suceder se halla expuesto en este Link.

LA CRUDA REALIDAD DE LO IMPREDECIBLE.

La década de Menem fue tan impredecible como su protagonista. Ningún analista hubiera sido capaz de anticipar, en la turbulenta campaña electoral de 1989, que un gobierno conducido por aquel exótico caudillo riojano abriría un sendero tan profundo en la economía. En unos pocos meses, salariazo y revolución productiva quedaron convertidos, sin anestesia, en sinónimos de desregulación y apertura.

También los tramos finales de su gestión parecerían inimaginables a la luz de lo ocurrido en aquellos primeros años. El mandatario que advirtió "ramal que para, ramal que cierra", cuando se lanzó a privatizar Ferrocarriles Argentinos, no parece el mismo que accedió a un reclamo del sector docente en plena huelga, borrando un ajuste presupuestario que había avalado por decreto apenas cinco días antes.

LA METAMORFOSIS

El verano del '89 estuvo signado por hechos extremos: el sangriento copamiento del cuartel de La Tablada, la devaluación de febrero, la escalada imparable de los precios. En esos días al borde del precipicio, Menem tuvo su primer contacto con los responsables de Bunge & Born, por entonces el principal holding argentino.

Corría marzo. La hiperinflación era desatada y el candidato buscaba recetas. El triunfo del 14 de mayo obligó a transformar las ideas en plan Viajes a la meca riojana, consultas reservadas entre el entorno del mandatario electo y empresarios, y la importación de un diseño econométrico, fueron piezas de una alianza táctica con B & B (alimentada también por un retorno masivo de capitales) que cobró vida cuando Miguel Roig, miembro de la cúpula del grupo, juró como ministro de Economía.  Su muerte repentina, seis días más tarde, no alteró el esquema original: su sucesor fue otro ejecutivo de B & B, Néstor Rapanelli.

El primer plan de ataque a la hiper estuvo basado en la fijación del tipo de cambio nominal, congelamiento de precios, aumento fijo de salario suba de tarifas (600 % en el caso de la nafta) y un impuesto sobre determinados activos financieros.

Roberto Dromi, un experto abogado que se convirtió en ministro de Obras Públicas, activó dos normas que se transformaron en el sustento legal del primer tramo de gestión: las leyes de Emergencia Administrativa y de Reforma del Estado, que habilitaron la suspensión de juicios al Estado, una profunda reorganización del sector público acompañada por despidos masivos de personal y la privatización de una extensa lista de empresas y propiedades estatales.

Pero el impacto positivo que provocaron estas medidas entre los agentes económicos empezó a diluirse en octubre. La brecha entre el dólar oficial y el paralelo empezó a crecer (36% en noviembre) y Rapanelli volvió a ajustar el tipo de cambio nominal, que pasó de 650 a 1.000 australes. El lanzamiento de un segundo mini paquete no consiguió revertir la desconfianza del mercado. Con 25 % de aumento de precios en una sola semana y una fuerte demanda de divisas que alcanzó a quebrar la barrera de los 1.500 australes, el Ministro dio un paso al costado, cuando el río comenzaba a abandonar otra vez su cauce.

EL CONTADOR PROLIJO

El fin del año asomaba turbulento. Erman González tomó la posta con el único antecedente de haber ocupado, en seis meses, cargos tan diversos como la vicepresidencia del Banco Central y el Ministerio de Salud.

Su primera decisión fue liberar los precios y el tipo de cambio, y aunque prometió respetar los depósitos, el 12 de enero de 1990 lanzó el polémico Plan Bonex, que convirtió las colocaciones financieras en australes de corto plazo en bonos externos a diez años denominados en dólares. Su aparición fue producida por firmes versiones de un plan de dolarización que había hecho estremecer a los mercados, pero que nunca fue asumido oficialmente.

El otro eje de Erman II fue el decreto 435, que dispuso una fuerte restricción del gasto, eliminó secretarías y subsecretaría de la administración nacional y prohibió al Banco Central financiar el déficit operativo de Tesorería.

La falta de consistencia del conjunto no favoreció la credibilidad de los planes en curso. En febrero, la hiper volvió a amenazar y Menem llegó, incluso, a pedir la colaboración de su ex rival, el radical Eduardo Angeloz, finalmente negada.

La superación de este capítulo de la crisis permitió dar aire a las privatizaciones (ENTEL, Canales de televisión, Somisa, etc.). De todos modos el Ministro reincidió, ante cada bache, en más medidas fiscales. Así llegaron los planes Erman III, IV , V y VI (que combinaron nuevas reformas administrativas, suba de aranceles, disminuciones de derechos de exportación, cambios tarifarios en beneficios de las empresas y desregulación petrolera). Las medidas mantuvieron un equilibrio inestable pero no alcanzaron para contener, días antes de la Navidad, una nueva escalada de los precios y del dólar, que en poco más de un mes aumentó 60 %.

A mediados de enero de 1991 nació el Erman VII, que disolvió el Ministerio de Obras Públicas, anuló el financiamiento del Banco Central a las entidades provinciales y aumentó impuestos financieros.

El estallido del escándalo bautizado como Swiftgate (que salpicó al Ministro) y la posterior crisis de gabinete le quitaron fuerzas para seguir. El 28, Erman presentó la dimisión, junto a Javier González Fraga, que había estado al mando del Central los últimos 215 días.

LA AGENDA MACRO ATRASA UNA DECADA.

¿Cuáles son las características de la década de Menem?

Sin duda, pasará a la historia como la década en que la Argentina logró alcanzar la estabilidad de precios, que había perdido desde hacía 50 años con consecuencias tremendas para el funcionamiento de la economía. Hubo un esfuerzo muy grande en pos de la reinserción internacional del país, materializado a través de acuerdos como el Gatt y el Mercosur. Se logró convocar y modernizar el aparato productivo, con inversiones y recursos externos. Por otra parte, se logró generar un volumen de inversiones como hace muchos años no teníamos. Y tuvo lugar un proceso de modernización muy importante del sector público.

¿Todo se hizo bien?

No. También se trató de la década en la que no aprovechamos bien las oportunidades. No logramos construir un aparato fiscal que nos hiciera menos vulnerables. Nos endeudamos excesivamente y eso afectó la eficacia a largo plazo. No logramos devolverle flexibilidad a la economía, seguimos con una rigidez extraordinaria y no mejoramos la productividad del gasto público.

 Entonces, ¿cómo sigue la historia?

La próxima década tendrá la agenda macroeconómica que debió resolverse en esta década. Deberá producirse un saneamiento fiscal y de la deuda pública, y una normalización del gasto público. Habrá que hacer un enorme esfuerzo para devolverle flexibilidad a la economía y mejorar la productividad del sector público, no sólo, en cuanto a la prestación de los servicios de educación, salud o cuidado del medio ambiente, sino en las funciones primarias del Estado. El éxito de un modelo como éste depende del gobierno de la ley, del funcionamiento correcto de las instituciones, del respeto de los contratos. Y eso no se ha hecho. Ninguna economía exitosa y sostenible tiene capitalismo prebendario Y aquí sigue habiendo mecanismos no abiertos, no competitivos. Todavía hay mucha gente que protesta porque a sus amigos no les va bien con el mercado.

¿A qué se refiere cuando habla de deflexibilizar la economía?

Tiene que ver con la capacidad de lidiar con factores adversos. En el caso del sector público, tiene que ser capaz de amortiguar los shocks. Se trata de tener un sistema empresario y una legislación empresaria que faciliten la reinserción. El proceso legal previsto por la ley de concursos y quiebras para reemplazar a los conductores de una empresa con dificultades es demasiado largo. Así paralizan campos, fábricas, edificios y la pérdida social es enorme. Y también la flexibilidad laboral, por qué no. Si hay un régimen cambiario inflexible, necesito flexibilidad empresaria y laboral. Así es la ecuación: si tengo rigidez por un lado, debo tener flexibilidad por el otro.

¿También flexibilidad fiscal?

El gasto debe ser, por naturaleza poco flexible. En materia de salud, educación, justicia, seguridad defensa y cuidado del medio ambiente, toda esa infraestructura no fluctúa según el ciclo económico. Por lo tanto,  el gasto debe resolverse con criterio de largo plazo. En cambio, la recaudación sí debe ser flexible: debe ir al superávit cuando el ciclo es positivo, para compensar la caída cuando hay recesión. Por no haber con esos ahorros estamos mal hoy y hay  que hacerlo de modo brutal. Como el sector público no se ajustó, el sector privado vio potenciado su ajuste, y hoy tenemos un ajuste extraordinariamente desbalanceado.

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